Cocinar mucho más que platos
En los pueblos del interior de España, entre olivares centenarios, bancales de almendros y caminos de tierra batida, se cuece a fuego lento una revolución silenciosa. No tienen caras conocidas, pero tienen manos curtidas en recetas heredadas de generación en generación. Son quienes, día tras día, alimentan no solo a sus comunidades, sino también a un nuevo tipo de viajero. Un viajero que busca experiencias auténticas, que quiere sentarse a una mesa y entender el alma de un territorio a través de sus sabores.


Este fenómeno ha ido tomando forma de la mano de quienes mejor conocen su territorio. En Abaq hemos desarrollado un proyecto de embajadoras y embajadores gastronómicos: grandes conocedores de la cultura culinaria local, capaces no solo de interpretarla y explicarla, sino también —y sobre todo— de facilitar el acceso a personas, recetas y tradiciones que, sin ellos pero sobre todo sin ellas, quedarían fuera del alcance del viajero. Gracias a su complicidad —y en muchos casos, a su generosa voluntad de enseñar y compartir— tejemos conexiones auténticas que permiten entrar en cocinas familiares, descubrir técnicas casi olvidadas y sentarse a la mesa no como un cliente, sino como un invitado.
En sus cocinas se elabora mucho más que comida. Se cuentan historias, se preserva la identidad, se recibe al visitante con generosidad. Quien participa en una de estas experiencias —un taller de pan artesanal en un horno centenario, una matanza tradicional con explicación de cada proceso, o una comida campestre bajo una parra donde se sirve lo que ha dado el huerto— no se lleva solo una degustación, sino un relato completo del lugar y su gente.
La gastronomía rural con alma se nutre de ingredientes kilómetro cero, de saber hacer sin artificios y de una relación íntima con el territorio. Es también una forma de resistencia frente a la despoblación: muchas de las personas que impulsan estas experiencias han transformado sus cocinas en espacios de formación, turismo o venta directa. El visitante, por su parte, cambia la carta de un restaurante convencional por una comida compartida en un hogar, un taller o una granja viva.


Desde Galicia a Andalucía, pasando por Castilla-La Mancha o Aragón, hay cientos de ejemplos de personas que “dan de comer” en el sentido más profundo: alimentan el cuerpo, sí, pero también el vínculo entre generaciones, la transmisión de valores sostenibles y la conexión emocional con la tierra.
En Abaq nos acercamos a estas experiencias con la misma curiosidad y respeto con que lo hacen nuestros viajeros. Las proponemos como momentos esenciales dentro de nuestros itinerarios gastronómicos y viajes de incentivo: encuentros que aportan profundidad, emoción y sentido a cada recorrido.
Cuando alguien abre su casa, su taller o su granja para cocinar y compartir lo que sabe, no está ofreciendo solo una comida: está transmitiendo un saber que ha resistido al tiempo, un testimonio de resiliencia cultural y una forma de hospitalidad que no se enseña en ninguna escuela de hostelería.
En Abaq nos encanta conversar con agentes de viaje de todo el mundo que buscan diseñar itinerarios con alma y con sentido. Experiencias que conectan personas, saberes y paisajes desde lo humano y lo auténtico. Porque en eso creemos, y a eso nos dedicamos.
